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Alejandro Maciel, un escritor "en lengua castellana" que tuvo como cuna la región guaranítica



“EN CORRIENTES USAN EL GUARANI COMO UN TROFEO DE CIERTO PASADO ABORIGEN DEL QUE SE LUCEN COMO BLASON”

El escritor argentino Alejandro Maciel es el primer entrevistado de Tintalila en esta nueva etapa de nuestra publicación digital que arranca en la fecha. Alejandro Maciel nació en Corrientes, vivió en Paraguay casi una década y actualmente reside en Buenos Aires. En este 2019, declarado “Año Internacional de la lengua materna”, Alejandro Maciel revela el proceso que vivió como escritor que escribe en castellano, pero que tuvo como cuna la región guaranítica. ¡Bienvenidos a todos!

“ESCUCHABA ESAS VOCES GUARANÍES…”

-Alejandro Maciel, naciste en el norte Argentino, en Corrientes, que forma parte del área guaranítica y en donde se habló y todavía se habla el guaraní. ¿Recordás a tu abuelo, bisabuelo o algún pariente hablando guaraní?
-Recuerdo a mis tías hablando una especie de yopará que utilizaba palabras claves en guaraní insertadas en una frase construida en español (o castellano). Angá, por ejemplo, no se puede traducir por “pobrecito” ya que ésta última tiene un dejo de piedad religiosa que “angá” no tiene. “Yapú” era el modo superlativo del mentiroso. Cuando señalaban un borracho decían “ka’ú” que tenía la brevedad y precisión que ebrio o borracho no tienen. Creo que mis tías no hablaban guaraní, nunca las escuché hablar de corrido, solamente usaban una especie de vocabulario de palabras-claves para referirse a cosas o situaciones. En Corrientes, nunca escuché hablar guaraní puro, vale decir, nunca conocí en toda la provincia a gente que se expresara totalmente en guaraní. Todos hablaban este modo que estoy refiriendo, mechando palabras guaraníes en frases del español. En mi juventud quise aprender guaraní…

-¿Pero?
-Pero el único profesor que existía en la ciudad de Corrientes era un tipo muy arrogante y nunca me gustó ese tipo de gente, que va pateando frente a ellas su egocentrismo. Mi abuelo hablaba mejor el guaraní, podía construir frases enteras y hasta conversaciones íntegramente en guaraní, pero mis tías (que eran sus hijas) ya perdieron esa facultad. Como digo, solo usaban pequeñas frases o palabras sueltas del guaraní.

-En tu infancia, ¿usaban como muletilla alguna palabra guaraní como “mba’e”, “piko” o alguna de ésas?
-¿Mbaé pa?, ¿Ayé?, “Agüerecó”, “Ndaipori”, “Ñemoá”, “Omanó”, “Né”, “Tuchá”, “Chaí”... jalonaban el discurso de mis tías en el campo. Debo aclarar que nací en la ciudad de Corrientes pero a los tres años me llevaron a vivir a una quinta en Colonia Tres de Abril, en el interior. Allí es donde escuchaba todas estas voces guaraníes, tanto mis tías como los peones que trabajaban en los naranjales y las vecinas hablaban permanentemente con esta mezcla de español y guaraní. En la ciudad de Corrientes no conocían estos términos. A los diez años volvimos a Corrientes y bueno, ahí la gente habla español. Usan el guaraní como un trofeo de cierto pasado aborigen del que se lucen como blasón.

-Eso decís porque…
-Porque toda la gente “tradicionalista” de la ciudad se ufana del doble origen español-guaraní, pero creo que muy pocos lo viven de verdad. Es una especie de escudo heráldico en el que nadie cree de verdad, pero luce bien en el frente de las casas. Corrientes y Salta son las dos provincias más conservadoras de la Argentina. Y así nos va...

-Los personajes de la mitología guaraní como jasy jatere, pombero, póra y demás, ¿eran conocidos por vos en la infancia? ¿Qué sabías de ellos?
-El Pombero era un espantapájaros que usaban mis tías para evitar que nos alejásemos mucho de la casa a la siesta. Nos amenazaban con mil maldades que nos haría ese Pombero. Pero cuando indagaba acerca del Pombero, unos me decían que era un enano, otros que era un muchacho rubio que fumaba, otros que era un monstruo, otros que era caníbal. En fin, era difícil creer tanto desconcierto. Al Yasí Yateré yo lo conocí recién en los libros de Miguelito López Breard. Siempre pensé que era un invento de Miguelito. Me alivia ver que no es así ya que ustedes también lo conocen. La Pora era otro enigma, quienes aseguraron verla juraban que esa visión los había vueltos locos, pero yo no detectaba esa locura cuando me lo juraban. Entonces se me hacía muy difícil creer.

-Ritos que ya son un poco la mezcla de la cultura guaraní con la española-colonial, como lo de los rezos, lo de cortarle el meñique a un bebé fallecido para usarlo como amuleto, ¿viviste eso?
-Sospecho que no. No vilipendiamos cadáveres de niños en Corrientes, ni les cortamos los dedos. Sí les puedo comentar que se realiza el “velorio del angelito” en el que se prohíbe a la madre llorar ya que arruinaría con sus lágrimas las alas del niño difunto. Y entonces, se baila una especie de danza macabra y horrible, ya que ni la madre ni la familia está con espíritu festivo. Hay muchas prácticas de sincretismo. Miguelito López Breard tiene varios libros sobre ese tema. Las curas de algunas enfermedades, por ejemplo. Los santos profanos como el Gauchito Gil, Lega y Aparicio. El Lobizón que vendría a ser el séptimo hijo varón de una familia. La misma fiesta de la Virgen está impregnada de elementos aborígenes tal como lo he comprobado en Brasil y hasta en México, donde estuve recientemente. El pasado de las culturas nativas no puede ser borrado jamás, siempre quedan elementos sueltos que después se insertan en la cultura de la zona. El amuleto que usan es una talla de San La Muerte (otro santo extranjero para el catolicismo) que es la imagen tallada de un esqueleto. Es pequeña, se talla en madera o hueso para los altares pero en el plomo de una bala asesina para colocar bajo la piel de un hombre para hacerlo invulnerable a los tiros y ataques.

-Cuando comenzaste a imaginar historias para después escribirlas, ¿incorporaste algunos de los elementos de la cultura guaraní?
-Es inevitable utilizar lo que uno vivió como material primario para las historias que vienen desde el fondo de la mente. Justamente, en esta Feria del Libro de Asunción se presentará una novela mía que se llama “La pasión según  san ateo” y ahí están muchas de las costumbres de la “ciudad doliente de Corrientes” donde están estos elementos de la cultura aborigen. Pero en otra novela que publiqué también con Servilibro hace unos años “Enero. Los perros de Dios” yo te diría que casi todo ahí es mestizo, al desarrollarse en un pueblo del interior de Corrientes, esa cultura mestiza domina toda la trama. En Asunción la presentó González Real que es, a mi pobre juicio, el mejor crítico literario que tienen en Paraguay. Por lejos.

-¿Creés o no que un escritor que nació y se educó ahí donde hubo una cultura indígena, de alguna manera toma elementos de ella para su creación?
-Ciertamente. Si es un autor o autora que viva con autenticidad sus escritos, debe aparecer esta cultura mestiza en la que creció. De otro modo sería una impostura. Y conste que no es necesario que el tema sea guaraní, puede serlo sutilmente la forma del discurso. Pongo un ejemplo: el guaraní tiene una concisión que el español casi desconoce. Para terminar una frase en guaraní decimos “amóntema”  sabemos que no puede ir nada más detrás de eso. Corta un pensamiento, lo concluye definitivamente, lo remata. Observé que muchas de mis frases, aunque estén escritas en español, conservan ese modo terminante. Esos calcos morfológicos los tomé, sin duda, del guaraní. Era el modo de terminar bruscamente algo cuando no hay nada más para decir. Lo pongo como simple ejemplo, pero hay miles... Silvia Fantozzi, la autora que me acompañará a visitarlos también es correntina y tiene una novela (Nicanora) que está repleta de estos calcos sintácticos del guaraní.

-¿Por qué en el norte argentino se dejó de hablar de manera corriente el guaraní?
-En Corrientes se dejó de hablar guaraní porque se reprimió. Los gobiernos liberales de principios del siglo XX consideraron que empobrecía el lenguaje de la gente el hecho de hablar la lengua nativa. Todos los estudios conocidos contradicen esto. Las sociedades que hablan dos o tres lenguas simultáneamente se enriquecen notablemente en todos los aspectos. Pero esos liberalotes del siglo XX eran burros consumados que se guiaban por prejuicios propios de madrinas de bodas. Y como se reprimió la enseñanza y el cultivo (los padres hablaban entre sí en guaraní, pero no se lo enseñaban a los hijos porque estaba mal visto)  la lengua se fue perdiendo. Una pena. Ahora bien, yo consumé una pequeña venganza: acá –en Buenos Aires- uso tanto esas frases como Angaú, nungá, ñemoá, chediós, nambrena, yaigüé, ñeéreí de más, que amigas y amigos míos porteños de pura cepa y que ni siquiera conocen Corrientes ya empezaron a usar esas palabras, hasta en Facebook. Hay un amigo que le puso a su hijo “el yurú guazú” porque el pibe es bastante bocón.

-Alejandro, te agradecemos esta entrevista que se da en la vuelta de Tintalila…
-Felicitaciones por reflotar “Tintalila” que resulta indispensable para mantener al día las noticias culturales de Paraguay.


BREVE BIOGRAFÍA DE ALEJANDRO MACIEL

Alejandro Bovino Maciel nació en Corrientes, Argentina, el 9 de agosto de 1956. Es médico psiquiatra y vivió una década en Paraguay.

Algunas de sus obras: Escribió “La salvación después de Noé”; “Los conjurados del Quilombo del Gran Chaco” (en co-autoría); “El trueno entre las páginas”; “Polisapo”; “Polisapo en el camino”; “Polisapito”; “Prostibularias-1” (en co-autoría); “La Bruja de oro”; “La Gallina y el Dragón”; “20 poemas de humor y una canción disparatada” (en co-autoría); “Diários de um Rei Exiliado” y otras.

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