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Dos escritores argentinos y el "conversatorio" de Escritor Róga

“RECONOZCO MI FORMA GUARANÍ”

En la pasada Feria de la Cámara del Libro de Asunción Paraguay (CLAP), la agrupación paraguaya Escritor Róga organizó dos “conversatorios” que giraban en torno al idioma guaraní. En el primero, que tuvo como tema de debate “La influencia del idioma materno-indígena en la creación literaria de Paraguay y Argentina“ y que fue realizado el 5 de junio de 2019, estuvieron como invitados especiales los escritores argentinos Alejando Bovino Maciel y Silvia Fantozzi. Hoy, ambos escritores rememoran el conversatorio y dicen…

Alejandro Bovino Maciel: “Como el tiempo se hizo estrecho durante aquella tarde del conversatorio, con Silvia Fantozzi pensamos que sería oportuno de todos modos responder para “Tintalila” estas inquietantes preguntas que incitan mucho el pensamiento, naturalmente haragán el mío”.




Silvia Fantozzi: “Agradezco la oportunidad del espacio de Escritor Róga en la Feria Internacional del libro. Me fue acercada la oportunidad para reflexionar sobre la propia escritura y el modo en el que se desarrollan las raíces de una lengua, casi prohibida en mi caso, mejor dicho en mi casa. Las respuestas a tan hábiles preguntas son exclusivamente a título personal, no constituyen una teoría sobre la literatura en general ni los mestizajes de las lenguas. Son solamente un relato de mi experiencia”.




ALEJANDRO BOVINO MACIEL: “EL GUARANÍ ME DEJÓ PALABRAS…”

El escritor Alejandro Bovino Maciel nació en Corrientes, Argentina, en 1956. Es médico psiquiatra, narrador, poeta, dramaturgo, ensayista. Durante la Feria del Libro de Asunción presentó su novela “La pasión según san ateo”.

–¿Qué influencia tuvo y tiene la lengua indígena en tu creación literaria, considerando que naciste en un territorio que hace 527 años tenía como lengua materna el guaraní?

-Bueno, si es verdad lo que dijo Wittgenstein “los límites del lenguaje son los límites de la realidad” y, aunque el guaraní ya no se hable en forma habitual en Corrientes, de todos modos, ese imaginario del idioma guaraní que circuló por toda la región en mí dejó pocas palabras pero quizás mucha expresión. Creo que estoy desdoblado. Siempre que intento describir o explicar algo en, por ejemplo, una novela, doy un largo rodeo con frases un poco barrocas y ahí reconozco el pensamiento del idioma español. Después, como si desconfiase que no me hice comprender escribo en una o dos frases concisas, breves, la síntesis de lo que antes dije dando vueltas. Y ahí reconozco mi forma guaraní. Siempre admiré del guaraní la posibilidad de concisión. Una palabra que aglutinó dos o tres vocablos, lo dice todo. Y suena como definitivo.

–¿Incorporás habitualmente elementos de la cultura guaraní en tus escritos?

Depende de qué escrito. Estuve un poco encerrado unos tres años escribiendo varios libros (ya voy por el volumen 5) breves sobre el tiempo y la eternidad. Son especulaciones teológicas, fundamentalmente. En esos escritos es difícil cualquier color local o regionalismo. Creo que ni un maorí podría hacerlo, porque las fuentes corresponden a la cultura occidental pero en la variante filosófica, casi académica. Y ese lenguaje técnico no tiene colores. Pero en otros escritos, como la novela “Enero. Los perros de Dios” todo el discurso está lleno de referencias de la región guaranítica argentina. Creo que en ese título, además, está expresado lo que dije antes: “Enero” es el lacónico guaraní para expresar la opresión, el calor, el desgaste de las criaturas de un pueblo abandonado a su suerte. “Los perros de Dios” es la necesidad de decir lo mismo en español: la idea de abandono, imaginemos la orfandad de los perros de Dios si los tuviera, si ni siquiera cuida a la humanidad que es su criatura dilecta, ya podríamos esperar nada si se trata de los perros simplemente.

–Como autor que escribís en español, ¿tenés en tu imaginario personajes mitológicos como Pombero, Luisón y los otros?

-No demasiado. En algún momento utilicé esos personajes de las leyendas, pero el repertorio es limitado y además, de utilizarlos, siempre será con el agregado de notas aclaratorias porque no tengo por qué pensar que un extranjero sepa qué es el Pombero. Decir ‘duende’ es mentir la mitad porque inmediatamente el lector imagina un enano verde con gorro rojo. Una especie de Pitufo. Y sabemos que no es así la cosa. Pora es otro personaje complicado. Si uno lee diez definiciones, tiene diez versiones y no sabe con cuál quedarse. No obstante en las novelas juveniles que escribí puse un Pombero conviviendo con otros personajes. En “La Bruja de oro” y en “La Gallina y el Dragón” hay muchos personajes de la fauna guaraní. Editorial Servilibro publicó ambos.

–Augusto Roa Bastos planteó un problema de fondo al usar el idioma guaraní para la creación literaria. Dijo: “La elección del idioma vernáculo apareja el confinamiento localista de la obra. Hablaría en ella a su pueblo pero sería muda para los otros”. ¿Qué opinás de esto?

-Creo que algo ya respondí sobre ese tema. No podría escribir en guaraní porque no hablo guaraní y mucho menos lo escribiría. Respeto soberanamente cualquier idioma sobre la Tierra, sé que es el legado histórico y cultural de un pueblo. Me irrita cuando algunas personas, frívolamente, se ponen a repetir dos o tres palabras de un idioma como si fuese una broma continua, siento que quieren degradar una cultura que no comprenden. En realidad, para cualquier persona inteligente, están poniendo en evidencia su brutal ignorancia, nada más. Pero la gente suele hacerle coro y festejan, de algún modo.

-De manera que…

-De manera que lejos de mí usar palabras o frases de un idioma que desconozco. Pero (siempre hay un “pero”) en la novela “La pasión según san ateo” uso y abuso de calcos sintácticos y sociolectos, especialmente el sociolecto rural de Corrientes, por ejemplo, en el relato que hace la vecina de la muerte de Leandro que se ahoga en el río. Pero creo que queda claro que no es una burla, que se asume el modo natural en el que suelen expresarse las mujeres del campo, allá en lo profundo de Corrientes.

SILVIA FANTOZZI: “LA INFLUENCIA DEL GUARANÍ ES INNEGABLE”

La escritora Silvia Fantozzi nació en Corrientes, Argentina, en 1958. Psicóloga y docente, es narradora y ensayista. Durante la Feria del Libro de Asunción presentó un libro de cuentos en coautoría, titulado “Cuentos impuros”.

-Cuando escribís, ¿sentís la influencia del guaraní en tu creación literaria?

-Sin duda la influencia en mi vida y mi escritura es innegable. El andamiaje de mi modo de ver ciertas realidades que en cualquier otro territorio se considerarían ficciones. La forma de estructurar una oración, recuerdo la grata sorpresa que me produjo recibir correos de personas nacidas en la zona del idioma guaraní –más extensa de lo que suponemos–. Empezaba así: “Silvia querida”. Hacía años que aunque yo me expresara de esa manera nadie iniciaba una conversación de ese modo en Buenos Aires. Aquí, donde vivo hace demasiados años, se dice: “querida Silvia”. Aunque parezca una nimiedad esa estructura organiza, a mi entender, de otra manera los pensamientos y las expresiones.

Sin duda, la presencia en Corrientes de la cultura indígena se manifestó de muchas maneras, a veces más escondida y otras más expuesta, un modo de vivir y pensar completamente diferente a las tradiciones heredadas de la conquista.

-¿Incorporás elementos de la cultura guaraní en tus obras?

-Sí, como dije, es inevitable. Quizás en relatos, novela y aún ensayo fue mucho más accesible. En poesía no me resulta tan fluido, la prosa permite –es una hipótesis que se me ocurre ahora, de ahí la riqueza del Conversatorio– “explicarle” al lector la razón de ser de un vocablo, acercar una traducción, cierta amabilidad… Quizás he creído que en la poesía una palabra coagula allí y no hay posibilidades de espacio-tiempo para desarrollar, precisamente porque escribo en Buenos Aires y carezco de la complicidad de guaraní-hablantes. Considero que sería una buena experiencia explorar en poesía.

-Personajes míticos como Pombero, Luisón y demás, ¿tienen cabida en tus obras?

-Sí, existen algunas alusiones y cuentos definitivamente dedicados a algún personaje mítico de la cuna guaranítica y transformaciones de leyendas guaraníes aderezadas con la influencia católica en la región.

-Sobre la afirmación hecha por Augusto Roa Bastos de que “la elección del idioma vernáculo apareja el confinamiento localista de su obra. Hablaría en ella a su pueblo, pero sería mudo para los otros”, ¿qué opinás?

-En parte coincido, por lo que me sucede con la poesía, no es que no pueda expresar en verso algún vocablo del puñado de palabras que conozco en guaraní, sino que siento ese efecto de ser silenciada, no comprendida, muda. Por otra parte creo que las personas conquistadas –en dependencia económica y/o bélica de otra cultura–son más permeables a adaptarse, asimilar, incorporar el idioma. Y las personas que creen que no necesitan nada, no tienen la menor intención de aprender lenguas desconocidas para ellas.

Valga un experimento: En mi novela Nicanora utilizo dos o tres palabras en guaraní, repetidas veces con su correspondiente “traducción” entre comas. Muchas personas en Buenos Aires sugirieron que hubiera sido mucho mejor, poner un glosario al final. Creo que no se querían tomar el trabajo de tratar de comprender, y estoy segura que si esas palabras hubieran estado en portugués, inglés, alemán, francés o italianos, las hubieran incorporado, se hubieran deslizado cómodamente en la lectura. A esto lo llamo una condición refractaria de la cultura dominante. Y otra dificultad es la dominación por y a través del lenguaje –especialmente escrito– que ejercen los países dominantes.

-El escritor Ernesto Sábato afirmó: “Una gran nación, por encima de banderías políticas, debe ser capaz de honrar la memoria de los espíritus que la enriquecieron con su creación”. ¿La memoria de qué espíritus sentís que honrás cuando estás creando?

-Estoy habitada por todos, entran en contradicción, se sacuden y menosprecian aún los afines, las internas entre el chipá de mi mamá y el de mis tías, las sutiles diferencias entre mi padre –descendiente de inmigrantes italianos, “pobres de solemnidad” como decía Jorge Amado– y sus hermanas, mis tías, que se consideraban europeas descendientes de la nobleza, jalonaron toda mi infancia y adolescencia dando vida a mis creaciones, creándome, me siento obligada a honrarlos. Por gratitud. Gracias.

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